(Se les Metió el Diablo)
México, 1991
Elenco: Roberto Flaco Guzmán, Alfonso Zayas, la sabrosísima Lina Santos,
César Bono, René Ruiz Tun Tun, Claudio Báez, Michelle Mayer, Yirah Aparicio,
Claudio Sorel, Memo Muñoz, Sebastián Soler, Yair Martínez, Atenea Theodorakis
Director: Adolfo Martínez Solares
SEXO:
VIOLENCIA:
La arqueóloga Magdalena Santos (la sabrosísima Lina Santos) cuenta la historia de cómo este vampiro llegó a la Ciudad de México: fue encontrado por un grupo de arqueólogos que investigaban el área de Teotihuacan. Magdalena logra salvarse pero es internada en un manicomio cuando cuenta lo sucedido a las autoridades. Mientras tanto, dos curanderos: Hipócrates, "brujo exorcista titulado en Catemaco" (Alfonso Zayas), y Jacinto el Grande (César Bono) resuelven una serie de casos sobrenaturales, incluyendo un exorcismo. Al salir de la casa de la risa, Magdalena busca a los brujos para que le ayuden a eliminar al vampiro, que se dedica a regentear El Sol de Medianoche, un antro en el que obtiene a sus víctimas, todas mujeres. Esta curiosa mezcla de comedia y vampiros tiene para mi gusto dos defectos: El principal de ellos es que hay demasiados personajes principales: la historia es narrada por Lina Santos, pero sus escenas se intercalan con las del Flaco Guzmán y las de Zayas al grado que la historia, que en realidad es muy convencional, se vuelve confusa por momentos. Otro personaje que al principio parece que va a tener un papel más importante es el del detective Ochoa (Claudio Báez), quien se ve involucrado en la búsqueda del vampiro. El segundo defecto de la película, a mi modo de ver, es que se desperdicia lo que debería ser el mayor atractivo de la misma: la idea de mostrar las peripecias de un vampiro en el distrito más federal del orbe está muy desperdiciada. El argumento podría haberse ubicado en cualquier ciudad del mundo sin ningún problema. El personaje de Lina Santos menciona que el vampiro es un hombre perverso que fue sacrificado por los sacerdotes aztecas, pero esto no aporta nada. Algo que sí podría haber aportado algo, que es la idea de un vampiro valiéndose de la vida nocturna del D.F. para hacer de las suyas, queda como un simple esbozo. Nunca se sabe cómo Vladimir se las ingenia para manejar su establecimiento, y las escenas que ahí transcurren podrían haberse realizado en cualquier otra locación. Cuando digo que se pudo haber situado mejor a Vladimir en la Ciudad de México pienso en lo que hubiera resultado de un encuentro entre este vampiro prehispánico y el vampiro de la Colonia Roma, por poner un ejemplo. ![]() Lo mismo se aplica a los curanderos de Catemaco: hay una escena en la que los brujos confunden a un grupo de punks con seres poseídos por el demonio, pero los realizadores tampoco le sacaron jugo a esta situación. Con hacer la misma escena en el Chopo creo que el resultado habría sido mejor. Además se trata de los típicos punks del cine mexicano: unos modestos actores con pelucas de colores que en nada se parecen a los punketos de verdad. No hay nada que indique que los brujos o el vampiro se sorprendan de nada de lo que ven en la capirucha. ¿Por qué no una escena en la que los brujos o el vampiro se fuman un churrote con los jipis de Coyoacán o se topan con los granalocos reprimiendo una manifestación? Hay algunos detalles que a la mayoría de los espectadores no les importarán mucho, pero que a mí como historiador me llamaron la atención. En primer lugar, una arqueóloga experta en cultura azteca (y ojalá las especialistas en culturas prehispánicas estuvieran igual de buenotas que Lina Santos) sabría que Teotihuacan fue construida varios cientos de años antes de que los aztecas llegaran al Valle de México. También se daría cuenta que los murales que indican la historia de Vladimir son de estilo maya y se sorprendería mucho al encontrar un crucifijo en un sarcófago de una época anterior a la llegada de los españoles a América. Creo que me estoy viendo muy mamón con esto de las referencias históricas. Si al director y al guionista, Adolfo y Gilberto Martínez Solares respectivamente, no les preocupó que en la escena en que se explica el origen de Vladimir éste más que vampiro parece momia, no veo por qué deberían haberse preocupado por las nimiedades que ya mencioné. Tratándose de una comedia lo que yo debería comentar son los chistes. Pues bien, algunos son buenos, otros regulares y también hay unos muy biberones. Entre lo bueno está la participación de Tun Tun y la de César Bono, tan simpáticos como siempre. En cuanto a Zayas, depende de que tanto le guste a uno su estilo de comedia. El Flaco Guzmán interpreta a Vladimir más como un personaje amenazante que cómico, sólo cuando discute con Igor o cuando se empeda por chuparle la sangre a una teporocha (Yirah Aparicio) se muestra más gracioso. De Lina Santos puedo decir que además de verse muy bien, como de costumbre, se nota que le echó ganas a su interpretación. En las actuaciones también hay detalles curiosos, por ejemplo el caso de la Playmate Michelle Mayer, que no logra aguantarse la risa cuando los brujos le están haciendo una limpia. ![]() Los efectos ópticos son bastante malos: normalmente para hacer el efecto de vuelo se hacen tomas aéres, aquí solamente se hace un paneo desde un edificio, mezclado con tomas a nivel de calle, con la imagen de Guzmán mal encimada. Los otros efectos también son medio piñatas. No entiendo por qué al crítico Moisés Viñas le pareció que había demasiada vulgaridad en la película: no hay desnudos, casi no hay leperadas y los albures tampoco son muy abundantes. Tal vez le molestara que en la escena del exorcismo se vea como el niño poseído se transforma en chivo, serpiente y loba mientras Zayas intenta exorcizarlo sin éxito hasta que a César Bono le llena el buche de piedritas y le saca el demonio con una patada en los huevos. Como pueden ver, no se trata de un humor muy refinado, pero debo aclarar que prefiero este tipo de cintas a las de comedia fina, que no me hacen ninguna gracia. ¿No te latió? ¡Miéntamela! [email protected] Imagenes cortesía de David Wilt, webmaster de The Mexican Film Resource Page. |