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Estados Unidos, 1997
SEXO: ![]()
ARGUMENTO:
COMENTARIO: Lamentablemente Motel Blue es un erotic thriller del montón y si destaca en algo es en lo negativo. Todas las debilidades del género están presentes: un argumento ya muy visto, actores veteranos en plena decadencia haciéndole segunda a novatos con muchas ganas y (por lo general) poco talento, escenografías que parecen sacadas de una serie de televisión, aspectos técnicos tan correctos como rutinarios y una inevitable sensación de deja vu. Vamos por partes. El guión de Marianne y Cormac Wibberley parece haber sido escrito basándose en media docena de clásicos del cine negro, en especial Chinatown. Aunque los guionistas se esforzaron por confeccionar una trama muy enredada en la que los personajes van revelando sus secretos poco a poco, la neta es que después de ver este tipo de narración en decenas de películas excelentes, mediocres y pésimas lo único que podría hacer un escritor para sorprender al público sería que los personajes no tuvieran nada que ocultar y las complicaciones se dieran a partir del momento en que empieza la narración. No hay duda que la razón de ser de un thriller erótico es el morbo. El espectador que acude a estas obras no busca actuaciones excelsas ni argumentos de un altísimo nivel literario. Lo que uno espera ver en estos casos son muertes violentas y mujeres espectaculares. Motel Blue tiene una adecuada ración de morbo, pero esto se debe a la presencia de Sean Young que en cada una de sus apariciones en pantalla nos recuerda por qué la prometedora actriz de Blade Runner nunca alcanzó el éxito al que parecía destinada. Aquí, además de encuerarse un par de veces, se limita a vagar como sonámbula en sus escenas. El otro actor que en algún momento de su carrera conoció la fama es Robert Vaughn, que en su papel como el jefe de la agente Rivers hace lo estrictamente necesario para que los productores le den su cheque. El papel principal está a cargo de Soleil Moon Frye, quien se diera a conocer en la horrenda serie televisiva Punky Brewster y que en esta ocasión ofrece una destacada interpretación, como agradeciendo la oportunidad de estelarizar una cinta. El problema con su actuación es que el físico no le ayuda para encarnar a una agente del gobierno. Es tan menudita y tiene una cara de "yo no fui" tan pronunciada que no es nada convincente como una chica que se involucra en situaciones de lesbianismo y otros placeres poco comunes. Esto se manifiesta sobre todo en las escenas que comparte con Sean Young. Es tanta la diferencia que más que dos mujeres envueltas en una relación ambigua parecen madre e hija. Por si fuera poco el personaje de Soleil Moon Frye recuerda demasiado al de Jodie Foster en El Silencio de los Inocentes. El entusiasmo de la actriz es evidente, pero es imposible dejar de pensar que se trata de una quinceañera jugando a ser detective. ¿No hay una estatura mínima para ser agente del gobierno en Estados Unidos? El tono de la película cambia a lo largo de toda la película. Empieza como una película de espionaje, luego toma un giro más psicológico y acaba como un thriller común y corriente. Con escenarios y dirección tan rutinarias, Motel Blue carece de atmósfera. Más que una joven mujer descubriendo aspectos de su identidad al entrar en contacto con un círculo de personas con sus propias reglas, el personaje de Kyle Rivers parece una escuincla metiche que se mete en problemas por pura necedad. A los actores que interpretan a los personajes masculinos del reparto tampoco les va muy bien, sus personajes parecen más bien de telenovela y son totalmente intrascendentes. Estos son aspectos que un director más atento hubiera podido, si no corregir, por lo menos disfrazar con una puesta en escena más atractiva. Sin embargo, parece que al director Sam Firstenberg ni le va ni le viene lo que está filmando y el resultado es una película muy plana. Si estaba consciente de que las posibilidades de que Motel Blue resultara una obra maestra eran escasas, por lo menos podría haberse divertido más con el material. Aunque muchos odian sus creaciones, la verdad es que Andy Sidaris es el prototipo de director que sabe lo que su público quiere y hace todo lo que está en su poder para darle gusto. En películas como Do or Die o Hard Hunted Sidaris ni siquiera intenta agradarle a los críticos y se concentra en darle a la perrada lo que quiere: acción a granel, un argumento sin complicaciones y un elenco conformado por pechugonas con pocos parlamentos y poca ropa. El principal problema de Motel Blue es que ni siquiera funciona en este nivel. El peor error que puede cometer un thriller erótico es no ser emocionante ni cachondo. Con incluir unas cuantas escenas lúbricas con hembras tan cañangas como Julie Strain o Lisa Boyle, expertas en estos menesteres, Motel Blue se habría ganado un lugar en la colección de cualquier aficionado al cine chatarra.
-Marco González Ambriz
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