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México, 1989
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COMENTARIO: El problema para los aficionados a las emociones fuertes es que las películas de Televisa son siempre aptas para toda la gran familia mexicana. Aunque se trate de una cinta de horror o suspenso, siempre se tiene mucho cuidado de evitar todo aquello que le pueda provocar un infarto a las dulces abuelitas acostumbradas a las telenovelas. Esto es un problema porque el atractivo de las películas que explotan descaradamente el morbo de un sector del público ha sido precisamente atreverse a mostrar lo que los grandes estudios de Hollywood, o en este caso, el consorcio televisivo, no se atreven a enseñar. Para acabarla de fregar Viaje Directo al Infierno tiene todo el estilo, desde los escenarios hasta los actores, de una telenovela cualquiera. Aunque se supone que lo que uno está viendo es algo mucho más atrevido, por decirlo de algún modo, es imposible dejar de pensar que se trata de la enésima versión de la historia de la chacha que se enamora del patrón. El argumento tampoco se puede describir como innovador. A estas alturas una historia de herencias y aparecidos, que es algo que pasó de moda cuando Porfirio Díaz era cadete, puede que espante a las damas de la Vela Perpetua, pero para cualquier otra persona es tan impactante como ver a una monja tomando rompope. Por supuesto que en este Viaje Directo al Infierno no aparecen por ningún lado situaciones fuertes. Para la mayor parte del público de esta empresa ver una chichi o una gota de sangre es motivo de escándalo. Lo malo de querer hacer películas de miedo con el pendiente de que le vaya a dar el patatús a las señoras de Polanco es que el resultado no espanta ni a una mosca. Menos cuando parece que en cualquier momento va a salir Silvia Pinal dando consejos o Jo Jo Jorge Falcón contando chistes de maricones. El mejor ejemplo de esto es el personaje que interpreta Alejandro Camacho, un criminal que no dice groserías, ni se droga y sobre todo, no es prieto. Para cierto sector del público de Televisa lo verdaderamente aterrador sería ver en pantalla a un especimen de la raza de bronce, con los pelos parados y bigote de aguacero, bailando quebraditas. Este "criminal" es tan fresa que a media película yo estaba convencido de que al final se iba a descubrir que en realidad era el hijo secreto del rey de Nápoles justo a tiempo para casarse con Dani Castro en la Catedral, con el vestido de la novia diseñado por Mitzy y las apariciones especiales de Maxine Woodside y el Burro Van Rankin. Lo más rescatable es la actuación de Sergio Jiménez, que se las sabe de todas, todas, aunque hay que señalar que en ocasiones la falta de réplica de los otros actores lo hace parecer sobreactuado. Supongo que los actores jóvenes de Televisa no tienen la culpa de que les den papeles protagónicos antes de que aprendan a actuar. Para que no parezca que me estoy ensañando diré a favor de Daniela Castro que se ve bonita. Alejandro Camacho hace lo que puede con su poco creíble personaje. La historia transcurre en Xochimilco, pero igual podría situarse en Estocolmo o Camagüey sin afectar en nada la trama. No hay ningún detalle del guión, aparte de unos cuantos diálogos entre Carlos y un amigo suyo, que sean típicamente mexicanos. Además, como en todas las escenas de "miedo" hay lluvia (por aquello de la atmósfera), cada vez que me acuerdo de este Viaje Directo al Infierno me dan ganas de hacer de las aguas. Probablemente no soy la persona más indicada para criticar esta película, seguramente una señora de las que se emocionaron con las aventuras de Juan del Diablo tendrá una opinión muy diferente. Por eso mejor se los dejo a su criterio.
-Marco González Ambriz
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