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SIETE EN LA MIRA

México, 1983
Elenco:
Mario Almada, Jorge Reynoso, Fernando Almada, Diana Ferreti, Eleazar García Jr. Adalberto Arvizu, Javier García, Fernando Sainz, Melchor Morán, Ernesto Rendón, Luis López, Julio Lerma, Rubén Benavidez, Fernando Benavidez, Leo Villanueva
Director: Pedro Galindo III

SEXO:
VIOLENCIA:

ARGUMENTO:
Ocho motociclistas con pinta de punks, lidereados por Vikingo (Jorge Reynoso), llegan a un pequeño pueblo texano donde el sheriff Al (Mario Almada) les advierte que es preferible que se marchen del pueblo y que no causen ningún problema. Muy pronto uno de los punks comete un crimen y acaba con un tiro en la cabeza, lo que provoca que Vikingo y sus secuaces busquen venganza.

COMENTARIO:
Mario Almada es sin duda la máxima estrella del cine mexicano de los últimos veinte años, aunque los críticos mexicanos hagan muecas al oír su nombre. Desde sus primeras apariciones en películas como Todo por Nada, pasando por títulos como Cabalgando con la Muerte, El Fiscal de Hierro y Operación Marihuana, este actor, junto con su hermano Fernando, ha acumulado una impresionante filmografía en la que ha llegado a perfeccionar a su veintiúnico personaje.

Podría extenderme alabando a este recio actor. Baste con decir que Almada incluso pasó la vergüenza de ser dirigido en diversas ocasiones por Felipe Cazals y Arturo Ripstein y logró salir incólume de esos trances. El hecho de haber interpretado papeles muy similares en todas sus películas a mi juicio no le resta méritos. A diferencia de ególatras tipo Stallone o Schwarzenegger, que han incursionado impunemente en la comedia sin que nadie se atreva a decirles que tienen la gracia de una fractura expuesta, Mario Almada sabe cuáles son sus límites y no suele aventurarse fuera del cine de acción.

La ventaja que esto tiene para el espectador es evidente. En el momento de rentar un video estelarizado por Mario Almada (ya quedaron atrás los años en que se podían ver sus películas en los cines) uno sabe exactamente lo que le espera. Con toda seguridad Almada hará el papel de un detective/policía/mercenario que no tiene más remedio que exterminar a un grupo de terroristas/narcotraficantes/guerrilleros.

Siete en la Mira sigue fielmente a esta fórmula, con la particularidad de que en esta ocasión los villanos son ocho punks, no siete como se podría pensar. Se trata de los mismos punks treintañeros, con pelucas de colores chillones y caras pintarrajeadas, que sólo existen en el cine mexicano, específicamente en cintas como Curados de Espantos y sobre todo en la divertídisma Intrépidos Punks, uno de los clásicos desconocidos del cine chatarra.

A diferencia de los punks que se puede uno encontrar en el tianguis del Chopo o en una tocada cualquiera de Especimen, estos punks, además de estar bastante creciditos, no parecen tener ningún interés por la música y manejan veloces motocicletas, que es algo que no se ha visto en la vida real. Es como si los encargados del vestuario o del maquillaje, en lugar de documentarse con fotografías, se hubieran imaginado la apariencia de los punks después de oír rumores sobre los mismos.

Hay que tomar en cuenta que para el público al que iba dirigida esta película los punks eran seres casi míticos, que solo existían en rumores y que eran calificados por los medios de comunicación de la época como viciosos carentes de cualquier sentido moral, siempre dispuestos a la violencia, al estupro y al daño en propiedad ajena.

Todo esto me suena muy raro porque en cierto modo pertenezco a esa misma clase de degenerados que harían mearse de miedo a Raúl Velasco, quien en los 80 fuera el dictador de los gustos musicales en México, optando siempre por la música más cursi y adocenada imaginable. No me considero un fan 100% del punk, en mis años mozos más bien me inclinaba por el metal, pero aun así para alguien como yo es bastante raro ver una película en la que se presenta a los punks como tipos desquiciados, dispuestos a la violencia a la menor provocación, capaces de matar mujeres y niños, etc.

Es de suponerse que a los realizadores de Siete en la Mira les tenía sin cuidado que la forma en que los punks son representados en la cinta no se ajustara a la realidad. En la época en que se rodó la película, a principios de los 80, el rock en general estaba casi proscrito en México, por lo que no es de extrañar que se le adjudicara a los punks el papel de fascinerosos en el eterno cuento de buenos contra malos.

Lo más sensato es ver Siete en la Mira como si de una lucha de relevos atómicos se tratara, con los cherifes en el papel de los técnicos y los punketos desempeñándose como rudos rudísimos. La acción no va acompañada de los siempre atinados comentarios del doctor Morales, pero el constante uso que los contrincantes hacen de bats de beisbol, botellas, navajas, cadenas y látigos no puede sino recordarle al espectador el estilo de lucha superlibre, donde los gladiadores pueden echar mano de cuanto esté a su alcance para partirse la crisma.

A pesar de la sencillez del guión Siete en la Mira cuenta con personajes interesantes dentro de los límites del género. Tanto el sheriff Al como el Vikingo tratan de evitar un conflicto y a pesar de sus esfuerzos se ven obligados a enfrentarse en un duelo hasta la muerte. Otro detalle que llama la atención es que el verdadero villano no es uno de los punks. A fin de cuentas uno se queda con la impresión que estos últimos solamente intentaban defenderse.

Pero no se asusten, Siete en la Mira de ninguna manera es una película con moraleja, a menos que el mensaje que quisieran transmitir los realizadores fuera: “¿Para qué discutir si podemos arreglar nuestras diferencias a madrazos?”

Para que se den una idea de lo violenta que es la cinta, les puedo decir que no aparece por ningún lado alguna escena romántica y ni siquiera hay un personaje femenino que sirva para motivar al héroe. El papel femenino más extenso es el de la punketa Mazda, a cargo de Diana Ferreti, quien casi no tiene diálogos en toda la película. Hay unas cuantas escenas melodramáticas pero son muy breves y no afectan el desarrollo de la crueldad y el salvajismo de que está impregnado el resto de la trama, cual debe de ser.

Debo admitir que me vi tentado a darle una calificación perfecta de Violencia a Siete en la Mira pero finalmente opté por no hacerlo por la tradicional carencia de sangre en el cine mexicano. Por desgracia es muy poco frecuente ver en las producciones nacionales los efectos gore que se acostumbran en las producciones gringas y europeas.

Podría pensarse que la banda sonora forzosamente tendría que incluir rolas de 2 minutos y 3 acordes, pero en lugar de eso tenemos una música electrónica rarísima compuesta por Nacho Méndez. El nulo presupuesto es obvio, con un uso casi constante de las mismas locaciones, pero es justo señalar que esto en ningún momento llega a ser aburrido, gracias a lo movido del guión y a la buena fotografía.

-Marco González Ambriz

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D.R. @ 2001 Marco González Ambriz. Para reproducir cualquiera de los textos aquí incluidos pedir permiso a [email protected]

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