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Canadá, 1976
SEXO:
COMENTARIO:
Una de las características de la serie parece ser no preocuparse mucho por la continuidad. Mientras que los realizadores de otras series por lo general se cuidan de tomar en cuenta lo acontecido en diferentes episodios, los responsables de las aventuras de Ilsa no ofrecen la menor explicación de cómo esta mujer pasó de servir con los nazis durante la Segunda Guerra Mundial a disciplinar a las pupilas de un serrallo en los años 70. Como recordarán, el tercer episodio nos presentaba a Ilsa primero en un gulag ruso y años más tarde regenteando un burdel en Canadá. Vamos, los guionistas ni siquiera se dignan explicar cómo es que la teutona (en más de un sentido) Ilsa no envejece a pesar de los treinta años que abarcan sus peripecias. Lo más probable es que confiaran en que el público al que iba dirigida la serie no tomaría en cuenta estos detalles. En eso tenían razón. Lo que los seguidores de Ilsa querían ver era sadismo, escenarios exóticos, mucha sangre y muchas damas ligeras de ropa. Deben haber quedado encantados con la secuela de Ilsa, She Wolf of the SS, ya que Ilsa, Guardiana del Harem cuenta con todos los elementos necesarios para dejar satisfechos a los fans de la primera entrega. Desde la primera escena, en que se ve a los esbirros del malvado Al Sharif entregando a Ilsa un cargamento de jovencitas secuestradas de otras partes del mundo con el único propósito de divertir a su nuevo amo, se puede adivinar que el argumento será un mero pretexto para mostrar a Ilsa y a su jefe sometiendo a estas mujeres a toda clase de humillaciones, entre las que se incluyen amenazarlas con ratas, mostrarles el cadáver descuartizado de una chica que intentó huir y otras peores. ![]() Por cierto, la más voluptuosa de las prisioneras es interpretada nada menos que por Uschi Digart, una belleza escandinava que alcanzó la fama en Estados Unidos durante la década de los 60 apareciendo en cintas eróticas como The Toy Box y en algunas obras del legendario director Russ Meyer, como Cherry, Harry and Raquel. Y ya que estamos en esto, también podría señalar que la pelirroja Sharon Kelly participó en una gran cantidad de películas porno ochenteras con el nombre artístico de Colleen Brennan. Las escenas que muestran las vejaciones a las que son sometidas las mujeres serían muy desagradables y difíciles de presenciar, como sucede con Guinea Pig: Flores de Sangre, si no fuera por los efectos especiales marca patito. Lo falso de estos efectos hace un poco más tolerable lo que podría convertirse en algo completamente repugnante. Otro factor a considerar es que algunas de las torturas ideadas por Ilsa son muy originales, lo que sea de cada quien, como la que involucra un orgasmo explosivo. Como ya me están zumbando los oídos de todas las mentadas de personas que juran que por escribir esto soy misógino, repito lo que afirmé al hablar de Flores de Sangre: jamás he maltratado a una mujer sin causa justificada. Si no me creen, me vale: a chillidos de marrano, oídos de chicharronero. Algo que sirve para aligerar un poco la cinta son las escenas cómicas en las que aparece un tal Kaiser (Wolfgang Roehm), que no es más que una parodia mal disimulada de Henry Kissinger. Entre los desaguisados que tiene que soportar dicho personaje están el tener que comerse el ojo de una oveja, algo que según la película se considera un manjar en los países árabes, y el ser considerado homosexual por sus anfitriones musulmanes al negarse a aceptar las bailarinas que Al Sharif le ofrece como regalo. ![]() También hay humor involuntario. En Ilsa, la Tigresa del Siberia, esta malvada mujer se hacía acompañar por un tigre hambriento al que alimentaba con los prisioneros a su cargo. En esta ocasión se supone que uno se tiene que zurrar pa´ dentro cada vez que salen en pantalla Satin y Velvet, que son dos morenitas de muy buen ver que además de ser partidarias del amor que no osa decir su nombre son asesinas infalibles, sólo que tienen la costumbre de quitarse la ropa antes de echarse al pico a sus víctimas. Sinceramente, si me informaran que mi ejecución sería llevada a cabo por dos negritas encueradas, respondería: si me han de matar mañana, que me maten de una vez. Nada más espero que no me tomen la palabra. Mencioné que el argumento es demasiado sencillo y esto es muy notorio en la primera parte de la película, en la que se muestra a Ilsa sometiendo a sus nuevas prisioneras mientras en un avión Kaiser y Adam Thomas (Michael Thayer), el héroe de la película, comentan las razones que tiene el gobierno de Estados Unidos para involucrarse en los asuntos de un país árabe. Como si a los gringos les hicieran falta pretextos para intervenir en la política interna de cualquier nación tercermundista. A pesar de esto, y de que el ritmo no es tan frenético como en Ilsa, la Tigresa de Siberia, la cinta es muy entretenida. Los realizadores tuvieron el mérito de sacarle provecho a lo que evidentemente era un presupuesto muy reducido, con unos cuantos escenarios y pocos extras, lo que no es obstáculo para llenar la pantalla con locaciones exóticas y secuencias de acción. Sin embargo, lo más divertido es cómo el agente secreto Adam Thomas doblega (literalmente) a la diabólica Ilsa y desbarata los planes de Al Sharif. Probablemente debido a que ya se le habían juntado el hambre y las ganas de comer, Ilsa no lo piensa dos veces antes de aceptar las propuestas indecorosas del poco expresivo Adam Thomas, lo cual viene a refutar aquello de "verbo mata carita". El caso es que basta con que la guardiana del harem y el superagente se pasen un par de noches limando... asperezas para que Ilsa decida hacerle de chivo los tamales a su patrón. Que güeyes son los gringos, me cai. ¿Para qué mandan tantos aviones y tanto soldado a Afganistán para matar a Osama Bin Landen si con un espía narizón basta y sobra para tumbar un régimen? Lástima que John Holmes ya se murió, pero para realizar tan ardua tarea todavía quedan bastantes actores porno que podrían llenar sus zapatos, por así decirlo. No es que yo me fije en esas cosas, por supuesto. Lo sé por charlas sostenidas con personas a las he dejado de frecuentar por órdenes de mi confesor. Me encantaría seguir comentando tan amena película, pero tengo que ir a la embajada de Estados Unidos para ofrecer mis servicios como agente secreto.
-Marco González Ambriz
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