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México, 2001
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COMENTARIO: ![]() El guión, también escrito por González, retoma varios de los temas favoritos del realizador. La historia de cómo los vecinos de la Prolongación La Marranera (cualquier semejanza con La Colmena o Tultitlán es la mera neta) exigen a la delegada Dolores que haga algo para detener las tropelías de los Chemos, que se dedican a madrear rucas, vender activo afuera de las primarias y atracar en los micros, sin saber que las mismas autoridades son las que manejan a estos delincuentes, le sirve para mostrar la corrupción de los judiciales y la ineptitud de los funcionarios. Esto ya es tradicional en las obra del director, ya se sabe que si en una película sale un madrina aplicándole tehuacanazos a un sospechoso lo más seguro es que el responsable sea Christian González. Lo que resulta novedoso en Nosotros los Chemos son las referencias a la polaca en el D.F., con mención honorífica a la hipocresía del blanquiazul y el populismo del PRD, incluyendo a una delegada Dolores que es tocaya de la pendeja que se puso a cerrar giros negros. ![]() Otro aspecto que resulta una grata sorpresa en el videohome y en la obra de González en particular es un muy atinado uso del humor negro. Por muy deprimente que sea lo que aparece en pantalla siempre se incluye diálogos o situaciones que sirven para aliviar la tensión, incluso cuando el director y guionista se burla de una víctima de la pornografía infantil. Es precisamente este uso del humor negro lo que distingue a Nosotros los Chemos de otros ejemplos del subgénero de las monas de a varo. Los niños-rata no son nada nuevo en el cine mexicano, digan lo que digan los productores de De la Calle, estos personajes ya habían aparecido en películas como Ratas de la Ciudad, Olor a Muerte y Chavos de la Calle, entre otras. La aportación de Nosotros los Chemos al género consiste en admitir que la miseria, el crimen y la drogadicción también pueden provocar risas. ![]() Resulta evidente que esto no sería posible si el trabajo de los actores fuera defectuoso. Por fortuna la labor de los actores es muy buena. Irene Arcila como la delegada Dolores, Flavio Peniche como un reportero canadiense y Jorge Ortín como el líder de los microbuseros hacen un buen trabajo en sus respectivos papeles. Por su parte, Miguel Angel Rodríguez está genial interpretando a un judicial corrupto, huevón y cínico, que aprovecha cualquier oportunidad para cabulear a sus superiores. Ataviado con el típico uniforme de agente federal, que incluye cadenotas de oro, una corbata mal amarrada y una camisa de seda con manchas de mole, Rodríguez está fabuloso en un papel que le permite interpretar a un personaje menos solemne de los que normalmente le enjaretan los productores. Tal vez lo único que se le puede criticar a los actores es que están demasiado gorditos y chapeados para andar interpretando niños-rata. Por otro lado, difícilmente se podría encontrar un actor tan mugroso, jediondo y hambreado como los niños de la calle de la vida real. En las filas del teatro universitario hay muchos que dan el gatazo pero como son muy intensas está cabrón convencerlos de aparecer en un videohome como éste. ![]() La falta de presupuesto, que por lo general es el coco de los videohomes, aquí resulta muy adecuada para representar las carencias de los personajes, tanto de los habitantes de la Prolongación La Marranera como de los mismos chemos. A pesar de que el cine mexicano nunca se ha caracterizado por su realismo, en Nosotros los Chemos las locaciones, los parlamentos y la fotografía son lo bastante apegados a la realidad para ser creíbles. Creo que el único detalle que hace falta para completar el cuadro es el inconfundible y nauseabundo olor que estos personajes y colonias tendrían si fueran reales. Aquí se podría aplicar la técnica que usó John Waters en Polyester y sacar esta película con rasca-huele, aunque esta situación se puede remediar buscando un perro muerto y depositándolo junto al televisor cuando llegue el momento de ver Nosotros los Chemos. Nada más les aclaro a los malpensados que Christian González no es mi pariente (aunque tengamos el mismo apedillo) y que esto no es inserción pagada (sin albur).
- Marco González Ambriz,
4 de febrero de 2003 ¿No te latió? ¡Miéntamela! [email protected]
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