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SADICO AMOR

México, 1996
Elenco:
Guillermo Quintanilla, Jorge Reynoso, Alfredo Bojórquez El Puma de Sinaloa, Rossio Visetti, Anita Cortez, Karla Zapien
Director: Jorge Araujo

SEXO:
VIOLENCIA:

ARGUMENTO:
En su noche de bodas el judicial Héctor descubre que su esposa no es virgen y procede a golpearla. La situación cada vez se vuelve más difícil para Elizabeth, ya que Héctor le arma constantes escenas de celos por cualquier motivo, incluso la agrede cuando ella se niega a participar en un menage a trois con una prostituta. El compañero de Héctor, Arturo (Jorge Reynoso) se percata de la situación y trata de intervenir antes de que sea demasiado tarde.

Jorge Reynoso y Guillermo Quintanilla en acción

COMENTARIO:
Si la sinopsis parece la introducción de un episodio más de Cretina o de la mierda televisada que lleva por nombre Laura en América es porque este videohome es un intento por llevar a la pantalla un problema que aqueja a un gran número de mujeres en todo el mundo: la violencia doméstica.

A diferencia de los programas antes mencionados, Sádico Amor no aprovecha la miseria de unos cuantos para entretener a millones de morbosos y ganar dinero a manos llenas, sino que es un intento serio por presentar un caso típico de machismo. Tal vez a algunos les parezca poco serio que una situación tan delicada se aborde en una película de bajo presupuesto destinada a un público poco exigente, pero no está de más recordar que en el cine no todo son desnudos y explosiones. De vez en cuando se puede aprovechar el medio para algo un poco más serio.

Sin embargo, no puedo evitar preguntarme si realmente es posible resolver problemas sociales a base de películas. Desde la invención del cinematógrafo los intelectuales han tratado de convencernos que el llamado séptimo arte más que una forma de entretenimiento debe ser una herramienta para educar al público. Según los teóricos del cine esto funcionaría más o menos así: si los productores hicieran cintas donde se exaltara el pacifismo y los buenos sentimientos no habría más guerras ni explotación, se acabarían el hambre y las desigualdades y todos viviríamos felices y contentos.

Rossio Visetti como la esposa madreada

El problema es que la gran mayoría de la gente va al cine por gusto y no por obligación, a diferencia de los que año con año se soplan las películas de la Muestra con tal de "saber de cine", y si hay algo que caracteriza a las cintas "con mensaje" es que todas, absolutamente todas, son más aburridas que un Celaya - Tecos en la jornada 3 (para los que no sepan de futbol mexicano: más aburridas que un discurso de Fidel Castro).

El gran público, siempre más inteligente que los expertos en cine, sabe muy bien que si asiste a uno de esos sermones disfrazados corre el riesgo de acabar roncando. Esto nos lleva al principal reto que tienen las películas con mensaje: llegar a un público susceptible de ser educado. De nada sirve elaborar una obra maestra en contra del racismo si el público al que va dirigida ya está convencido de que la discriminación es mala. Para que tuviera alguna utilidad habría que obligar a los racistas a verla y esto sólo sería posible en una dictadura como la de Cuba o Corea del Norte.

Todo este choro que me acabo de aventar es para dar a entender que me parece muy loable la idea de hacer un videohome en contra de la violencia doméstica pero dudo que vaya a solucionar algo. Aquí habría que mencionar que Sádico Amor no es tan aburrida como otras películas "con mensaje": es entretenida aunque es fácil adivinar el desenlace, las actuaciones son adecuadas, en especial la de Guillermo Quintanilla en un papel que muchos actores rechazarían por cuestiones de imagen, y está correctamente realizada por Jorge Araujo. A pesar del bajo presupuesto no hay escenas que intentan ser dramáticas y resultan cómicas, como suele suceder en este tipo de producciones.

Con esos lentes, tenía que ser judicial

A falta de acción, giros inesperados en la trama o humor involuntario, al espectador no le queda sino preguntarse por qué el personaje de Rossio Visetti no aprovecha la primera oportunidad que se le presenta, cuando su marido esté dormido o tomado, para agarrarlo a sartenazos o a puñaladas. Nunca he podido entender a los machos mexicanos que creen que su esposa es de su propiedad y que se sienten con derecho a reclamarle si llega al altar sin sello de garantía. Si tanto les preocupa que su mujercita sea virgen, ¿por qué no se casan con una gorda horrible? Tampoco soy capaz de comprender a las sufridas señoras que soportan estos malos tratos con la esperanza tonta de hacer que sus maridos cambien. Si es cierto que las mujeres son tan inteligentes, ¿por qué siempre acaban con un vago panzón y vicioso que les pega y les pinta el cuerno con otras peores?

En suma, si lo que quieren es ver a Guillermo Quintanilla surtiéndose a Rossio Visetti Sádico Amor está que ni mandada a hacer: el protagonista no duda en aplicarle a su media naranja todo su repertorio de coscorrones, codazos, patadas voladoras, cachetadas soplamocos, cintarazos y hasta indirectas con tal de quitarle lo respondona. Todo esto se ve con pelos y señales en un videohome bien hecho, bien actuado y medianamente entretenido. Ahora que si la idea es combatir la violencia doméstica, creo que hay maneras más prácticas de hacerlo.

- Marco González Ambriz
2 de mayo de 2002

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